La angustia no son gratuitas ni ocasionales. Es la manera de andar de la
Argentina por este
Mundial. Su camino es agarrarse con un dedo a la cornisa para evitar caer en el abismo. Eso refleja tanto sus carencias de equipo como el as en la manga para resolver in extremis. La Argentina inauguró el "mata mata" del Mundial" con una victoria agónica, incrementando el suspenso con el que ya había transitado la etapa de grupos, que no había sido poco. Al borde del infarto va dando pruebas de sobrevivencia. Es un equipo para verlo desde una unidad coronaria. Y ya no solo durante 90 minutos. La sesión empieza a durar 120. Difícilmente provoque disfrute, pero hace subir hasta las nubes la adrenalina. Como se dice muchas veces en el fútbol, con la Argentina, el que quiera espectáculo que vaya al teatro. El que busque resultados puros y duros puede encontrar mayor satisfacción.
Como en tres de los últimos cuatro mundiales, el seleccionado está entre los ocho mejores. Vuelve a instalarse en lo que viene siendo el cuello de botella que no pudo atravesar en 1998, 2006 y 2010. Cuesta identificarlo como uno de los más destacados entre esos ocho, pero también sería un error subestimarlo, negarle posibilidades de seguir progresando a su modo: a los tumbos, con pasajes esporádicos de buen juego, con muchos momentos de desorientación, con rendimientos individuales muy desparejos, con la genialidad del día, generalmente en los pies de Messi y alguno que se anima a acompañarlo (ayer Di María). Y con suerte, también, por supuesto, que cuenta y mucho